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“Educar en tiempos de covid19”

Actualizado: 19 ene 2021

Nuestra humanidad en estos tiempos está viviendo un momento histórico. No nos olvidaremos de lo que vivimos en estos días. La pregunta que nos podríamos hacer es, ¿queremos vivir un momento histórico de los buenos?...


La pandemia del covid19 nos incorporó a la fuerza a una especie de experimento educativo global que nos obligó a explorar en un mundo hiper conectado ya que no podemos ir a una sala físicamente.


En estos días vengo pensando mucho acerca de eso y me preguntaba; ¿habrá algo que podamos aprender de este escenario educativo que no elegimos?... Yo creo que sí, paulatinamente estamos aprendiendo algunas cosas importantes.


Me gustaría compartir algunas ideas que rodean mi mente en estos días y que, en lo posible, nos sirvan para continuar pensando en la educación de hoy en adelante.


1. Por primera vez, todos los profesores, docentes y maestros, tenemos la urgencia de animarnos a probar nuevas maneras de enseñar.


La innovación en educación es algo que se viene hablando hace un tiempo, pero que hasta ahora se ha desarrollado aisladamente. De un día para otro, todos simultáneamente nos tuvimos que ver en la obligación en dar un enorme paso.


Con mucho esfuerzo y obligados por la emergencia sanitaria, quienes nos dedicamos a enseñar, tenemos que rediseñar nuestras clases tradicionales en clases a distancia y en ese proceso nos estamos animando a ensayar nuevas maneras de hacer las cosas. Para eso nos dimos cuenta que no había que reinventar la rueda, había muchas cosas en el alcance de nuestras manos, una serie de herramientas que ya estaban ahí disponibles, pero que nunca habíamos pensado en usar tan rápidamente hasta sentir la imperiosa necesidad de utilizar.


Videos, tutoriales, libros en línea, plataforma de aprendizaje remoto, redes sociales, mails, video-llamadas, video-conferencias, todo lo que nos vaya dando resultados para continuar enseñando y especialmente para seguir conectados con nuestros estudiantes, sus familias, su entorno, que en estos días es tan importante.


Y la buena noticia en medio de todo este contexto general, es que, una vez que las probamos y las usamos, esas estrategias comienzan a ser nuestras, a ser parte de nosotros, de lo que sabemos hacer, de nuestra caja de herramientas y de a poco, en medio de la frustración que trae consigo, tener que adaptarnos tan rápido, incluso tratando de tenernos paciencia haciendo “mimos” cuando las cosas no salen como esperábamos, porque nosotros también estamos aprendiendo, le vamos tomando el gusto a probar nuevos modos de enseñar y aprender.


Y esto no solo está pasando en el sistema formal. Hoy, personas de todo tipo están enseñando en línea lo que saben, desde clases de yoga, hasta talleres de tejido, de música, etc. Incluso personas con vocación de enseñar se están animando a hacerlo, como aquel señor mayor que se hizo viral en redes sociales, mostraba como aprender a usar el computador para hacer trámites bancarios y pensiones a personas de su edad. Estamos aprendiendo en comunidad.



2. Estamos viendo qué sucede cuando cambiamos radicalmente el uso del tiempo para aprender.


En una investigación de Villarroel Rosende, Gladys, & Sánchez Segura, Ximena. (2002). “RELACION FAMILIA Y ESCUELA: UN ESTUDIO COMPARATIVO EN LA RURALIDAD”, Estudios pedagógicos (Valdivia), señala que se le pidió a un grupo de estudiantes que dibujara la escuela ideal. Y hubo algo que apareció una y otra vez. Los estudiantes decían que la escuela que soñaban tenía un espacio al menos en parte para elegir qué, cuándo y cómo aprender. Y de repente hoy, de un instante a otro eso está pasando.


En estos días muchas familias comenzaron a darse cuenta que muchas veces los jóvenes, especialmente los adolescentes, aprenden mejor cuando organizan sus tiempos. Algunos estudian más en las noches, otros estudian por las materias que más les interesan, otros se conectan con los compañeros para hacer la tarea o buscan videos en la web para terminar de entender algo que no han entendido, o para aprender algo nuevo que les apasiona.


Y esto también nos ayuda a pensar en la educación de hoy en adelante. Porque nos hacen ver esos momentos de autonomía de los estudiantes, que se pueden combinar con otras instancias en la que estamos todos juntos trabajando a la par. También nos dice que, para que todos aquellos jóvenes puedan aprovechar esos momentos mas autónomos, tenemos que enseñarles a organizar sus tiempos, a gestionas las tareas, deberes y todo lo que requiere de estudiar para aprender.



3. ¿Qué sucede cuando no tenemos el aula física como un lugar tradicional de enseñanza?...


La cuarentana está logrando que nos demos cuenta, pero no de manera teórica, sino que declarativa, a flor de piel, en el cuerpo, el valor de las escuelas, colegios, universidades, la enorme tarea que están haciendo y que hacen cada día los profesores, docentes y todos aquellos que se dedican a la enseñanza.


Cuando los estudiantes no pueden ir a las aulas, aparece más fuerte que nunca, su necesidad como espacio que garantiza el aprendizaje de todos ellos. Cuando tratamos de acompañar a nuestros hijos, sobrinos, amigos (estudiantes) en las tareas de la escuela, nos damos cuenta lo difícil y desafiante que es ser un buen maestro.


Esta pandemia está haciendo más visible que nunca las diferencia entre los hogares. No es solo quien tiene computador o no, o el que tiene internet o no, o está el que tiene un lugar tranquilo para estudiar y el que no, o el que tiene a quien preguntar y el que no, o el que tiene que hacer todas las tareas del cuidado de una casa y el que no. Las escuelas, los liceos, los centros de formación técnicas, institutos profesionales, y universidades, con todas sus dificultades/limitaciones que tienen, durante unas horas al día al menos, pone entre paréntesis esas desigualdades y ayuda a que todos estén “protegidos” y con el foco puesto en aprender.


Desde el punto de vista educativo, me preocupa mucho como va a seguir todo esto y también me pregunto, ¿qué va a quedar de lo que estamos aprendiendo en esta crisis sanitaria?... Mi sensación en estos días es como cuando se va la marea y queda la playa desnuda, al descubierto, entre todo lo que acarrea ese oleaje, lo que rompe, lo que se lleva, pero también sobre la playa comienzan a reflejar tesoros que estaban escondidos.


Aunque este momento histórico no se compare en nada a otros buenos, nos ayuda a ser propios esos tesoros que estamos encontrando; las nuevas ganas de explorar en comunidad y las nuevas maneras de enseñar, replanteamos el uso de los tiempos y modos de aprender. Además, nos damos cuenta de lo importante que son las escuelas y los docentes como sociedad, en las nuevas generaciones.


Hoy, las aulas físicas están cerradas, pero en lugar de aquellas, se está abriendo una puerta para seguir contribuyendo entre todos a crear la educación que soñamos en cuanto termine esta pandemia. Más que el contenido que queremos enseñar, lo que es importante y hace la diferencia, es cómo enseñamos.


Con todo esto, entiendo que la vida tiene mucho valor, que la huella que dejamos en nuestro estudiante es significativa y que la transcendencia es inimaginable.


No hay que enseñar de la mente del maestro, del profesor, del docente… debemos enseñar desde la mente del que aprende. Es en este punto, donde la enseñanza se transforma en arte, creatividad, innovación. “es una fuerza que te lleva a imaginar algo que te haría la vida mejor y actual para hacerlo realidad” (José A. Fernández Bravo, 2019).


La mente creativa no se conforma con tener aquello que desea, con un mundo imperfecto. Va a crear desde lo que tiene, incluso aunque sea solo en su imaginación. Esa experticia hay que vivirla, debemos soñar despiertos. La pregunta es: ¿cómo podemos traer ese ideal a nuestro mundo real?... Los desafíos no se logran individualmente, sino que en comunidad.





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